No era necesario saber de fútbol para predecir que el ciclo de Ramón Díaz en la Selección de Paraguay y el de Dunga en la Seleção Brasileira no se completarían. Ambos dejaron el cargo de seleccionador nacional en los últimos días y a sus respectivas ex selecciones en un estado paupérrimo.
Esta situación era fácil de vislumbrar no porque ambos sean malos técnicos. Tampoco por su incapacidad para realizar la muy mentada ‘renovación’ en sus respectivos seleccionados. La razón está en la falta de lógica y coherencia de ambas contrataciones. La gestación de ambos procesos fue defectuosa, el nacimiento, doloroso y el crecimiento, destinado al fracaso.
La culpa no es de los técnicos en cuestión. Probablemente, su mayor defecto fue sobreestimar su capacidad de generar cambios o subestimar la situación a la que se enfrentaban. La culpa es de los dirigentes que, sin un razonamiento lógico previo, decidieron contratarlos.
Dunga, el resistido
La histórica Confederação Brasileira de Futebol (CBF) tenía como presidente, cuando se contrató a Dunga, a José Maria Marin. Este remplazó a Ricardo Teixeira, uno de los dirigentes más corruptos que hayan tenido bajo su poder al fútbol brasilero. Fue su heredero directo, prácticamente nombrado por él, cuando era evidente que los escándalos no lo dejarían permanecer en su cargo.
Por nombrar solo un caso, en 2010, Teixeira -junto al innombrable João Havelange- debió pagar a las autoridades suizas una cuantiosa suma, para evitar una condena pública, por el caso de la quiebra de ISL. El fallo, en resumen, afirma que decenas de millones de dólares fueron desviados por estos funcionarios a sociedades en paraísos fiscales. Estos millones provenían del pago de sobornos para, por ejemplo, otorgar los derechos de televisión a uno u otro oferente. El brasilero tuvo que pagar 2,5 millones de francos suizos como resarcimiento. Esto no evitó que los documentos se hicieran públicos. Para los que tengan curiosidad, aquí el documento del Canton of Zug.
Marin siguió los pasos de su maestro, a la vez heredero de Havelange. Tanto así que en 2015 fue arrestado simultáneamente a otros funcionarios de probada corrupción, en un sonado capítulo del llamado FIFAGate. Los cargos imputados al grupo de 14 dirigentes detenidos incluyen fraude fiscal y lavado de activos, entre otros. El caso, valga la pena recordar, sigue en curso y, muy probablemente, otros dirigentes aún en ejercicio sean los siguientes implicados.
Hago esta pequeña genealogía de dirigentes simplemente para visibilizar lo que es evidente: el fútbol, como deporte, no era su campo de experticia. La política, en su peor connotación posible, y la maximización de recursos económicos, de dudosa procedencia, lo eran. No es de extrañar, entonces, que, tras la goleada de la extraordinaria Mannschaft sobre el equipo local en el Mundial de 2014, la solución encontrada fuera recontratar a Dunga.
Originalmente, Dunga tomó la Seleção Brasileira en 2006 sin experiencia previa como entrenador. Como jugador, un muy destacado volante, con fuerza y entrega. Como técnico una incógnita. A pesar de los buenos resultados que obtuvo el equipo, la presa brasilera fue descubriendo a un técnico controversial. Acostumbrados al lirismo previo, el equipo del ex capitán era de presión, orden y recuperación.
Es difícil precisar si todos los equipos de Dunga (si vuelve a dirigir) priorizarán el orden sobre el ataque frontal, pero es probable que dicho juego fuera un anticipo de la cambiante situación del fútbol brasilero: la progresiva pérdida de talento en las generaciones de jugadores jóvenes. En 2006 esto parecía un lapsus minúsculo, para 2016 es claro que Brasil ya no produce la calidad de jugadores que antes tenía. Los inigualables talentos aparecían en cada esquina, sin ningún esfuerzo. Ahora, mientras que a Argentina le sobran los delanteros, Brasil no tiene a alguien mejor que Hulk (buen jugador de club, no tanto de selección) para alinear.
Para 2006, era muy difícil anticipar el estado actual de cosas. En el primer ciclo de Dunga, algunos de los mejores jugadores de 2002 estaban de salida y nuevos talentos estaban apareciendo. Algunos de ellos nunca terminaron de ser lo que se esperaba (Robinho o Diego, por ejemplo). El equipo ganador de la Copa América 2007 fue la mejor versión de la selección de Dunga. Argentina era favorita en la final, pero la fuerza de los contraataques de Brasil dio estocada tras estocada a los gauchos.
La relación entre el técnico y el periodismo, que moldea parcialmente la opinión pública, siempre fue hostil. Lo llamaron ‘burro’, algo que, estoy seguro, es impropio de la actividad periodística. Hubo falta de tacto de ambas partes, especialmente de los periodistas, hinchas de un estilo en abstracto.
Así, el destino de Dunga estaba en juego en el Mundial de 2010. Recuerdo pocos partidos con un resultado tan injusto, con respecto al desarrollo del partido, como los cuartos de final entre Brasil y Países Bajos. El primer tiempo fue una exposición de fútbol ofensivo de los sudamericanos. Pudieron golear con facilidad. En el segundo tiempo, obviamente, Países Bajos intentó remontar. Centro de Sneijder y autogol de Felipe Melo. Lo llamo autogol porque Melo no solo toca la pelota, sino que evita que Julio Cesar despeje el balón. Melo, además, pisa a un rival y es expulsado. Melo, en pocas palabras, selló el despido de Dunga. Nunca volvió a vestir la camiseta carioca.
A pesar de la injusticia, en el juego, que significó la eliminación, la recontratación de Dunga no tenía el menor sentido. No se despide a alguien por su supuesto estilo de juego, ‘impropio’ de la idiosincrasia local, para después traerlo de nuevo como salvador ante la crisis, como el que va a restituir, precisamente, ese mismo estilo perdido. Así las cosas, no había razón para que Dunga volviera.
Ya desde la eliminatoria al Mundial 2014 la nómina de Brasil estaba en franca decadencia. Las grandes figuras migraron a ligas menores, ante las posibilidades de grandes ingresos económicos, se retiraron o, simplemente, perdieron el nivel competitivo necesario para estar en la mejor selección de la historia del fútbol.
Dunga fue víctima de esa merma. Intentó renovar. Sus convocatorias no tenían nombres rutilantes, sino proyectos de buenos jugadores. Al final, su intento fracasó. Nunca jugó bien, ni defendiéndose ni atacando. La Copa América Centenario fue la excusa para que se fuera, cuando los Juegos Olímpicos eran el verdadero objetivo.
Ahora llegará el popular Tite (Adenor Leonardo Bacchi) para salvar el proyecto olímpico. A diferencia de Dunga, tiene una larga experiencia. Uno de los técnicos activos con más experiencia en Brasil. Con Corinthians jugó al ataque y defendiéndose. Conoce al fútbol brasilero como pocos. Para mí, un extranjero hubiera logrado la revolución necesaria. Ojalá, por el bien de los pentacampeones, no se repita la historia de Mano Menezes.
Ramón Díaz, el rey de la confianza
Ramón Díaz es uno de los personajes más divertidos y, a la vez, controvertidos del fútbol argentino. Fue un jugador de alta categoría, que ganó una Copa Mundial Sub-20 junto a Maradona, pero después se peleó con ‘El Diego’, quien evitó que fuera al Mundial 1986 y 1990, a pesar de tener el nivel necesario.
Sí, es el hincha de River Plate y campeón de la Libertadores en su primera experiencia en el banco, que siempre se propuso para ser técnico de la Selección Argentina. El mismo que hizo un gesto divertido a los hinchas de Boca sobre no haberse ido al descenso y en San Lorenzo se enfrentó con varios jugadores. Todo un personaje que nunca le rehuía a una indirecta, un sarcasmo o una ‘chicana’.
En su última experiencia antes de la Selección Paraguaya, había dirigido al club de sus amores y se había ido como campeón. Su relación con la dirigencia de River, liderada por D’onofrio, no fue buena durante el campeonato. Llegó el título y todos pensaban ya en el futuro. Con la picardía que lo caracteriza, el riojano comunicó que no iba a seguir.
El perfil de Ramón no es el del técnico táctico, obsesivo con el trabajo y con el orden, que no deja nada al azar. Él siempre ha sido más ‘tranquilo’, con suficiencia. Un creyente en la motivación y la inspiración de los jugadores como principal herramienta para el triunfo. Un técnico ofensivo que no predicaba algunas de las premisas más utilizadas en la actualidad, como la presión alta, salir jugando con el arquero, entre otras. Mal no le fue con sus principios.
Cuando llegó como técnico a la Asociación Paraguaya de Fútbol (APF) en diciembre de 2014, el equipo guaraní estaba en un pésimo momento. Después de ir a todos los Mundiales entre 1998 hasta 2010, el bache fue muy profundo. Gerardo Martino fue finalista de la Copa América 2011 y se fue inmediatamente terminada la justa. En semifinales Brasil había, en términos de fútbol, bailado a su equipo, pero perdió por penales.
El diagnóstico era simple: no había jugadores para hacer la renovación del equipo nacional. Varios técnicos dirigieron en las eliminatorias, todos con resultados desastrosos. En ese contexto llegó Ramón.
La idea de la dirigencia (liderada por Alejandro Domínguez, heredero del sindicado Juan Ángel Napout) era practicar un fútbol ofensivo. Ahí, creo, el error: si bien históricamente esa era la postura más utilizada por el riojano, normalmente un proceso de renovación es traumático y, en esa situación, la postura más conveniente es el orden, la defensa férrea y el contraataque. No es una regla general, claro, pero se aplica regularmente junto una aritmética estricta de suma de puntos, para lograr el objetivo. Sin ser nada vistoso, si en la planeación, el cálculo era ganar un punto, eso es lo mínimo aceptable. Cada resultado se defiende con el alma. Al final, si los cálculos fueron correctos, se puede lograr una clasificación nacida del sufrimiento.
El diagnostico de Ramón fue ese: los jugadores paraguayos siempre fueron aguerridos y el talento que estaba de salida no se correspondía con el que llegaba. La solución: defenderse con bríos y anotar de contraataque o pelota parada. Una táctica lícita y aceptable pero que muchas veces se lleva al extremo.
Ese extremo terminó condenando el ciclo de Ramón Díaz. Eso y su discurso público, cuyo principal componente era la confianza excesiva y, hasta cierto punto, la prepotencia. El técnico reconstruía partidos de manera distorsionada. Su prioridad era ‘proteger al grupo’, así eso significara no decir lo que había visto realmente.
Chilavert fue su principal detractor, cosa nada rara en el portero goleador. Sus críticas, más o menos justificadas, recaían en los planteos del riojano. Antes del partido definitivo contra Costa Rica dijo a El País de España:
‘Paraguay tiene jugadores jóvenes y buenos. Lo importante es que el técnico los pueda ubicar en los lugares donde puedan rendir mucho más, no improvisar. El técnico de Paraguay es un hombre que no gusta del trabajo, menos la organización. Hace un año y medio que está al frente de la selección y en 19 partidos solo ganó tres: contra Venezuela, Jamaica y Bolivia. Es muy pobre lo que ha hecho Ramón Díaz al frente de Paraguay’.
La eliminación de la Copa América Centenario no fue inesperada, pero si el final del ciclo. Ramón se ha autodefinido como ‘un ganador’. Odia perder más que nadie. Por si fuera poco, el desempeño del equipo que lideró no fue el suficiente para ganar. Es más, sus número son muy pobres. En 20 partidos tuvo ocho derrotas, nueve empates y sólo dos triunfos, contra Jamaica, Venezuela y Bolivia. Esto es un 30 por ciento de efectividad.
Sólo baste ver a los candidatos para dirigir a la Selección de Paraguay para darse cuenta del cambio de rumbo que se desea: Matías Almeida y Jorge Almirón, entre otros. Dos técnicos jóvenes y muy ofensivos.
Así las cosas, el camino no es nada fácil para Brasil y Paraguay en lo que viene. En el caso de los cariocas, no ganar los Juegos Olímpicos con Neymar y de locales sería un fracaso histórico. Además, con Argentina sin ninguna de sus estrellas y mermada por los clubes locales.
Los guaraníes tienen el único objetivo de clasificar al Mundial, cosa que tiene bastante difícil. En los últimos seis meses han aparecido buenos proyectos, como Ayala o Almirón, pero nada que de esperanza de conformar un nuevo equipo sólido.
Los mejores deseos para dos selecciones importante del continente americano.