Uno de los temas más complejos que se derivaron del FIFAGate es el estado catastrófico de la AFA, la Asociación del Fútbol Argentino, una de las asociaciones más importantes del mundo. Ni que decir de su lugar en el fútbol de Latinoamérica. Ahora, después de años de gloria, es una burda sombra de lo que fue y un escenario de la permanente tensión entre la FIFA, como organización internacional, y las autoridades locales. Acá, una breve disertación sobre lo que sucede y sus posibles consecuencias.
Lo primero, la AFA fue el cerebro de la red de corrupción que movió más de 100 millones de dólares en sobornos durante décadas y terminó con el arresto de todos los presidentes de las federaciones locales del continente. El estratega, uno solo: Julio Humberto Grondona o ‘Don Julio’ como se acostumbraba a decirle, al mejor estilo de las mafias italianas.
La pésima, rancia y repulsiva administración de Grondona y sus herederos ha llevado a la asociación a un estado de quiebra. La federación con más material humano del continente, de futbolistas, es la más pobre. Clubes pobres, AFA pobre.
En ese contexto, la FIFA y el Estado argentino han entrado en debate sobre quién debe intervenir la AFA, poseedora de dineros públicos, y bajo qué condiciones. Se abre un nuevo capítulo de la tensión entre el administrador privado de una actividad como el fútbol internacionalmente y un estado. Choque amplificado por la importancia del fútbol para la idiosincrasia y la identidad argentina.
Algunas cosas sobre el grondonismo
El control de Grondona de la AFA y de la FIFA, como cabeza del Comité Financiero y mano derecha de Blatter, marca un capítulo negro de la historia del deporte. Llegó al poder en la asociación en 1979, con el beneplácito de la Junta Militar en Argentina. Se mantuvo en ese puesto hasta el día de su muerte (2014).
En la imputación de cargos a los dirigentes arrestados en Zurich, antes de Congreso 65 de la FIFA, Grondona es, indiscutiblemente, uno de los nombrados ‘Co-conspiradores’. En específico el No. 1, la cabeza. No hay duda que de haberse encontrado vivo para la época, hubiera sido extraditado a Estados Unidos. Seré sincero: a pesar de mi lejanía al hecho, lamento no haber podido verlo responder ante la justicia.
Al igual que sucedió en la FIFA, la AFA se convirtió en una autocracia disfrazada de democracia. Grondona creó un sistema de votación que daba el poder a los clubes pequeños, que tenía una cantidad irrisoria de socios, quitándoselo a los clubes grandes o tradicionales, con el fin de ser siempre electo. Estos últimos representan a la gran mayoría de socios en Argentina. Así, se pergenio un sistema que daba el control a los clubes insolventes económica y socialmente.
La meta se cumplió: todo lo que decía ‘el Don’ era palabra santa. No hubo votación en AFA que no terminara por unanimidad en más de treinta años. La disidencia significaba recibir menos dinero de AFA, no recibirlo, ser perjudicado por los árbitros y otras cosas más. Todo nucleado en Grondona.
Una de las últimas acciones significativas de Grondona fue la firma, con el gobierno de Cristina Kirchner, del programa ‘Futbol para Todos’, que usaba recursos públicos para pagar los derechos de televisión del fútbol local. Esto permitió que los partidos fueran transmitidos en canales públicos y significó un sisma en el consumo del fútbol argentino.
Cualquiera sea la opinión que se tenga de ‘Futbol para Todos’ y del gobierno de Kirchner (en mi caso, nada favorable), este programa convirtió al fútbol en un bien público, pagado con los dineros públicos y, por tanto, plausible de ser investigado como tal.
Es demasiada información para recapitular aquí los años posteriores de la asociación, dirigida por el ahora imputado Luís Segura. Baste decir que, a pesar de la cada vez mayor cantidad de dinero público que ingresaba, cada vez los clubes y la asociación eran más pobres. El estado actual es de quiebra.
La FIFA y la Justicia argentina, enfrentadas
De lo que ha pasado desde la muerte de Grondona hasta ahora se pueden escribir libros enteros. Una crisis permanente en todos los aspectos. Uno de estos, el político. La AFA realizó una votación para elegir presidente en diciembre de 2015 con la esperanza de normalizar el caos. Votaron 75 asambleístas y, de manera inverosímil, la votación quedó 38 a 38 (38+38=76) por cada uno de los candidatos… Un ridículo global.
Posteriormente, los bandos mutaron y la lucha se agudizó. Uno de estos está conformado por cuatro equipos grandes y la gran mayoría de la primera división. El otro, por uno de los grandes, Independiente -dirigido por el sindicalista Hugo Moyano-, y los equipos de la segunda división.
A esto se le sumó el cambio de gobierno en Argentina. Mauricio Macri fue electo y, como ex presidente de Boca Juniors, el tema del fútbol nunca le fue ajeno. Por una parte, intenta recortar el gasto público y volver más transparente la gestión. De la corrupción sistémica dentro del kirchnerismo hasta ahora se empiezan a ver los primeros rasgos. Por otra, concibe al fútbol como parte fundamental de la ‘argentinidad’ y propicia el cambio en las estáticas estructuras de la AFA.
Así, el gobierno de la Argentina siempre estuvo interesado en ingresar a la AFA para reestructurarla. El problema es uno: la FIFA. Las federaciones nacen como una organización privada, impulsada por algunos particulares, que responde a los Estatutos de FIFA. No está subordinada al gobierno nacional pero como es obvio si a las leyes nacionales.
Hasta 2015, la FIFA y sus asociaciones eran invulnerables. Estaban por encima de la ley. Su poder brota de lo popular (el gusto y la afición al fútbol) y ninguna rama del poder estatal se atrevía a desafiarlas. Las consecuencias de hacerlo era la expulsión de la estructura del fútbol mundial y esto significaba un costo político que nadie se atrevía a pagar. La FIFA, además, era vista como un ejemplo de permanencia y presencia global. Retarla nunca fue bien visto.
No obstante, la tensión entre las estructuras del fútbol y los gobiernos siempre existió. Nigeria, Perú y Bolivia son ejemplos de esto. Hasta 2015, la balanza se inclinaba a favor de la FIFA pero tras las capturas, los gobiernos y los poderes judiciales de múltiples países empezaron a investigar.
En Argentina, el deseo del gobierno por administrar temporalmente la AFA fue visto como un ataque por Hugo Moyano, presidente de Independiente, y sus socios. Un intento para evitar que su grupo fueran elegidos para dirigir la AFA. El otro grupo, con cuatro de los cinco grandes, consideraba que sin un cambio sustancial del Estatuto no podían modificar nada de fondo y por ello, no fueron reticentes ante el interés del gobierno.
Al mismo tiempo, múltiples procesos judiciales empezaban a construirse. Uno de ellos, dirigido por la juez federal María Servini de Cubría, sobre la malversación de fondos públicos de ‘Futbol para Todos’. A pedido de la juez, dos veedores de la IGJ, el Ministerio de Justicia en Argentina, ingresaron a AFA para observar la situación. Las conclusiones fueron tan malas, que imputó esta semana a seis dirigentes, incluyendo al presidente en ejercicio, Luís Segura.
La FIFA intentó calmar las cosas. Envió a dos dirigentes de fútbol para reunirse con las partes en disputa y determinar qué hacer. Los medios reportaron que Gianni Infantino habló con Macri y que ante la amenaza de una posible expulsión de la AFA, el presidente le recordó al suizo cuál era su investidura y su poder.
Un día después de que se hiciera pública la imputación de seis dirigentes, la FIFA comunicó que delegaba a Damián Dupiellet, secretario administrativo de AFA, como presidente, hasta el 30 de junio. Después se conformaría una comisión de cinco o seis personas para administrar la asociación hasta 2017.
La furia de Servini de Cubría fue inmediata. Según reportan los medios, considera que la asociación internacional no tiene derecho para delegar a nadie como presidente. Es más, ordenó a la asociación desobedecer la orden de FIFA. Eso sí, para evitar un inconveniente mayor, pidió que el documento sea enviado el lunes, después de la final de la Copa América Centenario en EE.UU.
Conclusiones
La situación es tanto interesante como incierta. Siempre ha existido una amplia ambigüedad en cómo debe ser la relación entre este tipo de asociación, los gobiernos y la justicia. Obviamente, las leyes y el ordenamiento jurídico de cada país tienen un corpus significativo sobre la relación entre asociaciones privadas y públicas. La diferencia, en este caso, es la FIFA como actor.
Hasta el momento, la FIFA sólo ha tenido un plan de acción: la expulsión o la amenaza de la misma. En Honduras, el caso más reciente, decidió intervenir la asociación y ‘normalizarla’. Este proceder es reciente y una respuesta a la crisis institucional de las asociaciones americanas.
El choque era inevitable, porque la FIFA es un organismo extraterrestre en lo que sería la intervención de una sociedad civil, como estipula la ley. Después de 30 años de estar por encima de la ley, la Justicia argentina tiene un significativo prontuario y apoyo gubernamental para investigar. Ceder ante la FIFA significaría un antecedente peligroso. ¿Por qué razón las organizaciones deportivas tendrían que estar por encima de la jurisdicción del país al que representan?
A la vez, los pasos de FIFA en este caso determinaran una jurisprudencia a tener en cuenta para otras federaciones en esta situación. Si no hace nada, al menos manifestar inconformismo, se arriesga a más intervenciones en el futuro. En este caso, existen los elementos para intervenir. En otros, el político de turno podría aprovechar la situación para ganar popularidad o remover a los dirigentes que no quiere.
Es muy probable que la situación se resuelva con una negociación entre las partes, para crear una comisión con parte del gobierno, parte de la justicia nacional y algunos enviados de FIFA, que certifiquen que los nuevos estatutos y órganos de control interno se acoplen a los estándares internacionales. Cualquiera sea la solución propuesta, este caso creará jurisprudencia para el futuro, y a quién le interesa la política del fútbol, debería seguirlo con atención.