Cuando terminan los torneos, siempre se hacen balances. Se habla sobre quién fue el mejor, que equipo jugó mejor que aquel y todo eso, tan superfluo como divertido -es precisamente por superfluo, en la lógica de la utilidad, que es tan divertido-. Uno de esas típicas conclusiones es la conformación del ‘equipo ideal’.
La nómina idea se construye con los mejores jugadores en cada posición, en algún dibujo táctico que permita acomodarlos de manera medianamente lógica. Nunca van a jugar juntos, pero es importante cuidar las formas.
En mi caso, no deseo hacer eso. Haré lo contrario y lo antipático: la anti-nómina ideal. Los peores jugadores, para mí, en cada posición. Resalto el ‘para mí’, porque, por alguna razón, las susceptibilidades son ridículamente expuestas en las discusiones deportivas.
No daré golpes bajos en la alineación. Podría llenarla con jugadores de Panamá, Jamaica y Haití, que son estrictamente peores, pero eso dañaría el ejercicio. Optaré por jugadores más reconocidos porque defraudaron con su nivel. Tampoco agregaré a aquellos que jugaron muy poco. Nada de Andrés Felipe Roa, por ejemplo. Tengo un pequeño sesgo hacia la inclusión de los colombianos, porque ese es mi origen.
El anti-equipo ideal de la Copa América Centenario
Carlos Lampe (arquero): hasta la semifinal, este puesto estaba ocupado por Claudio Bravo, quien estuvo comprometido con los goles de Argentina y Panamá. Después Bravo levantó y junto a David Ospina fue el mejor de la Copa. Lampe de Bolivia fue inseguro en los tres partidos que jugó. Dificultades para salir, jugar con los pies y atajar.
Frank Fabra: jugó tres partidos, uno regular y dos malos. Contra Chile sufrió en la marca. Le tocó cubrir el mejor sector del equipo campeón sin ayuda de Edwin Cardona, agotado desde el primer minuto de juego. Lo superaron José Fuenzalida y Alexis Sánchez. La marca no es su fuerte. El problema es que en ataque no logró nada. Contra Estados Unidos nunca logró centrar. Seguramente Guillermo Barros Schelotto le hubiera dicho que no lanzara ‘centros de m$%&#•’.
Héctor Moreno y Diego Reyes: los centrales mexicanos fueron parte del desastre de México contra Chile, pero, a diferencia de sus compañeros, no fueron víctimas de las rotaciones. Osorio los alineo siempre a los dos juntos. Sólo contra Jamaica no recibieron goles y, aunque marcar es un ejercicio colectivo, ellos son los actores principales.
Paúl Aguilar: un jugador interesante que en el partido contra Chile se desinfló, como todos sus compañeros. Su desidia fue sorprendente. El equipo entró en un espasmo que no pudo superar. Quedó retratado en buena parte de los goles, por el sector en el que más atacó Chile.
Edwin Cardona: el peor jugador de Colombia en la Copa Centenario. Su temporada en México terminó pocos días antes del inicio del torneo y llegó en mal estado físico. Cardona estaba visiblemente subido de peso. Sus mejores momentos fueron quieto y dando pases largos. Cuando tomaba el balón cerca al área, siempre hacía lo mismo: rematar “al arco”. Solo una vez en seis partidos logró su cometido. Fue superado permanentemente por los defensores rivales y marcando hizo poco. Frank Fabra pagó por los dos. Giuliano Poser, dietista de Messi, podría serle de ayuda.
Luis Manuel Seijas: normalmente no juega de cinco, pero lo pongo en esa posición porque éste es el anti-equipo ideal. Venezuela jugó buenos partidos en la Copa América Centenario, con mucho ahínco. Jugó como normalmente lo hace contra Colombia. Seijas no lo hizo bien en todo el torneo. Fue suplente y entró por momentos. Para terminar, cuando Venezuela emparejó el partido contra Argentina, Seijas tuvo en sus pies la oportunidad de descontar y cambiar el partido. ‘Picó’ el penal, Romero lo sabía y atajó. Lo malo no es picar el remate, sino hacerlo en todos los penaltis. Muy predecible. Si no, pregúntenle a Charles Aránguiz.
Christian Noboa: Noboa es el juego de Ecuador. Cuando Noboa juega bien, el equipo responde. Sin él, los delanteros corren sin rumbo y logran los goles por insistencia, no por elaboración de juego. Su partido contra Estados Unidos fue muy malo y no apareció cuándo lo necesitaron.
Juan Guillermo Cuadrado: jugó bien un solo partido en el torneo, el único en el que no tenía presión (tercer puesto). La característica principal de Cuadrado en el Independiente Medellín y la Florentina era su capacidad de atacar y superar al defensor con amagues y velocidad. En el equipo italiano jugó como volante por izquierda. Por su perfil, debía cortar para el centro del campo y era fundamental su remate. Ahora, Cuadrado es diferente. Ya no sube por la zona lateral; Arias lo ha eclipsado en esa función. Ya no supera rivales con velocidad y gambeta. Su jugada preferida es tomar el balón y, ante la primera oposición, parar el avance y pasarla al centro. Sin su desequilibrio, no cumple la función que lo hizo importante.
Edinson Cavani: cuando falta Luís Suárez, Cavani suele salvar a Uruguay. No se le puede culpar por no ser ‘el salvador’ en un deporte colectivo (lo mismo le cabe a Messi). Jugó bajo su nivel en toda la Copa y pudo hacer los goles que clasificaran a su equipo. En ataque Uruguay fue difuso, más empuje que juego, y Cavani no mostró su real potencia.
Javier ‘Chicharito’ Hernández: según los medios mexicanos, llegó con sobrepeso. Se esperaba mucho más de él, por su gran temporada en la Bundesliga. Aún en los buenos partidos de México, hizo sólo un gol y falló muchos otros. Nunca fue un actor principal del juego del equipo y Corona lo opacó.
Ramón Díaz (técnico): Ramón nunca pudo disimular las carencias de su equipo. Una buena generación de jugadores paraguayos se retiró y sus reemplazos son mucho peores. Esto atenúa un poco el fracaso del riojano en el banco de esa selección, pero nada puede ocultar que 30 por ciento de puntos es muy poco. En Colombia se criticó los malos y lentos cambios de Pekerman y su conclave, pero los resultados de Ramón hablan solos.