Lo sucedido este año en los ‘majors’ muestra, sin duda, que el golf es el deporte más competitivo que existe. Claro, entre los deportes globales. No hay otra actividad en que tantos jugadores estén en capacidad de ganar simultáneamente. El dominio que existe en otras disciplinas no tiene cabida, con contadas excepciones.
Aquella época de los jugadores subidos de peso y de pobre estado físico es cosa del pasado. Aún aquellos que no tienen un biotipo típico de atleta, se mantienen en forma y, es más, juegan hasta los 60 o 65 años con presteza y suficiencia, caminando unos ocho kilómetros diarios, durante al menos 45 semanas al año.
Los mejores del mundo tienen una composición física atlética. Los diez primeros del ranking mundial son deportistas envidiables. Se requiere fuerza y técnica para golpear una bola 300 metros y después pegar un ‘putt’ suavemente, con precisión quirúrgica.
El golf, así, es un deporte muy competitivo. No hay otro igual. En otras actividades, es más o menos claro quién va a ganar o disputar los títulos hasta el final. El golf ha tenido ciclos de dominación, pero siempre que ha habido un jugador fuerte, ha habido competidores fuertes a su alrededor. Los monólogos se han mantenido únicamente por un par de años. Tras ese periodo, la competencia vuelve fortalecida.
Allan Robertson fue el primer jugador profesional destacado, la primera ‘estrella’ del deporte a mediados del siglo XIX. Su alumno Old Tom Morris tomó su lugar en el panteón del juego y de ahí en más siempre ha existido la competencia entre varios jugadores. En 1930, Bobby Jones ganó el ‘Gran Slam’ en un año y no ha sido igualado. Las temporadas más dominantes en el golf profesional han sido, probablemente, la temporada 1948 de Ben Hogan y la 2000 de Tiger Woods. Estos dos casos excepcionales en un deporte de siglos de existencia.
A pesar de estas maravillosas excepciones, siempre hay rivales y, aún en su mejor momento, todos estos jugadores han perdido torneos que pensaban a priori ganados. Cada torneo tiene sorpresas y el mejor una semana, a la siguiente es último.
Los últimos años como muestra de competitividad
La narrativa que se impuso en el golf en el último par de años fue la de los nuevos jugadores, los jóvenes que relevaban a las grandes figuras Tiger Woods, Phil Mickelson, Matt Kuchar y otros. Rory McIlroy, Jordan Spieth y Rickie Fowler eran las nuevas estrellas, que iban a dominar el juego como lo hicieron Tom Watson, Jack Nicklaus y Gary Player.
Había razones para predecir ese panorama. McIlroy quedó a un abierto del ‘Gran Slam’ en su carrera (el Masters), Spieth ganó dos ‘majors’ consecutivamente y Fowler quedó en el top-5 de los cuatro ‘majors’ en un año y consiguió The Players. A ellos se les sumó un no tan joven Jason Day y la narrativa se fue desdibujando cuando Zach Johnson ganó el Open.
Excelentes jugadores todos ellos, pero en el golf, a diferencia de otros deportes (como mostró Nicklaus, ganando el Masters en 1986, y Tom Watson, en 2009), no se puede dar a nadie como caducado. Estos supuestos ‘viejos’ tienen menos yardas pero juegan tan bien como las nuevas figuras. Esto hace al golf diferente a todas las otras actividades atléticas.
La siguiente tabla muestra la inexistencia del dominio en los ‘majors’:
Masters |
US Open |
The Open |
PGA Championship |
|
2012 |
Bubba Watson |
Webb Simpson |
Ernie Els |
Rory McIlroy |
2013 |
Adam Scott |
Justin Rose |
Phil Mickelson |
Jason Dufner |
2014 |
Bubba Watson |
Martin Kaymer |
Rory McIlroy |
Rory McIlroy |
2015 |
Jordan Spieth |
Jordan Spieth |
Zach Johnson |
Jason Day |
2016 |
Danny Willet |
Dustin Johnson |
Henrik Stenson |
— |
Rory McIlroy, Jordan Spieth y Bubba Watson son los que más aparecen en la lista, pero, aún en el caso del norirlandés, sus tres victorias en un total de 19 torneos no muestran un yugo sobre la actividad. Ganó el 15 por ciento de los torneos jugados. No hay ningún punto de comparación con otros deportes, como el fútbol o el tenis, por ejemplo.
En el PGA Tour y el European Tour sucede lo mismo. Una excelente temporada para un jugador de élite puede tener sólo un par de victorias en circuitos con más de 30 torneos al año. Tiene una lógica absolutamente diferente.
Este año es la perfecta muestra de esto. En el Masters, el candidato natural era Jordan Spieth y había fichas puestas para Rory McIlroy en su búsqueda por el ‘Gran Slam’. Spieth tenía el torneo en la bolsa y sus errores en el hoyo 12 del cuarto día le dieron el título al británico Danny Willet, que no estaba en las apuestas de casi nadie.
La victoria de Dustin Johnson en el US Open no fue una sorpresa, pero no era la primera vez que el estadounidense estaba en esa posición y fallaba. En 2015, en este mismo torneo, hizo tres ‘putts’ en el hoyo 72 y perdió la posibilidad de un ‘playoff’ contra Jordan Spieth, quien este año devolvió cortesías a Willet. Otro triunfo fuera del reino de los más jóvenes.
El último fin de semana, Henrik Stenson obtuvo su primer ‘major’, a los 40 años, tras años de quedar segundo. Hace tres temporadas, Phil Mickelson había ganado su primer Open con Stenson como segundo. Este año, Mickelson de 46 años le dio batalla hasta el final al sueco en una de las mejores batallas entre dos jugadores de la historia del juego. 57 golpes en mejor bola entre los dos. Absurdo registro.
Y así, sin más… McIlroy, Day, Fowler, Spieth y otros están a un torneo grande de no ganar ‘majors’ en su año, el año de los jóvenes. Lo más interesante de esto, por supuesto, es que eso no los hace menos buenos o competitivos. Generalmente, siempre están en la lucha y por momentos inquietan. McIlroy, verbigracia, tiene la costumbre de jugar mal el viernes o el sábado y el domingo remontar. Al concluir, la tabla lo tiene en un buen puesto, pero él mismo sabe que nunca estuvo en torneo.
Ahora bien, para afirmar lo que he hecho, la suprema competitividad del golf sobre otras disciplinas, hay que también preguntarse por ellas. Lo haré brevemente:
Fútbol
El fútbol es la quinta esencia de la falta de competitividad y éste no es un fenómeno nuevo, como algunos piensan. Uruguay ganó los Juegos Olímpicos de 1924 y 1928, y la Copa Mundial de 1930, destrozando a todos sus rivales. Italia e Inglaterra eran las grandes fuerzas en Europa para la época con años y años invictos. Austria era un equipo de talento inigualable hasta el Anschluss.
Era un fútbol sin sorpresas. El primer gran impacto internacional fue la derrota de Inglaterra contra Estados Unidos en el Mundial de 1950 y el Maracanaço. Los ‘Grandes Magyars’, la selección húngara inventora del ‘Fútbol Total’, entre 1950 y 1956, sumaron 43 victorias, seis empates y una sola derrota, ante Alemania Occidental en 1954, en otra gran sorpresa.
Las ligas locales son el perfecto ejemplo. En los últimos años, la distribución de los derechos de televisión ha ayudado a las disparidades previamente existentes. Hay sorpresas, pero son excepcionales. Leicester City triunfó en la liga de élite menos desigual de todas. Un acontecimiento bizarro en un contexto gobernado por los Manchester y el Chelsea.
Las otras ligas y torneos internacionales de clubes están dominados por los mismos, siempre. En España, Portugal, Alemania, Italia, Países Bajos y Francia, los ciclos de control de ciertos equipos se extiende por décadas enteras. La excepción, un Independiente del Valle, ratifica la regla.
Tenis
El tenis tiene un gran componente de disparidad. Aún antes de la ‘Era Abierta’, ya había un puñado de jugadores que controlaban el juego. Rod Laver y Roy Emerson, los más evidentes. Estos grandes monumentos de excelencia, claro, también existen en el golf, pero su reinado no se compara con el tenis.
Björn Borg entre 1974 y 1981 ganó al menos un ‘Gran Slam’ por año, dos anuales entre 1978 y 1980. Ivan Lendl ganó entre 1985 y 1987 cinco. Pete Sampras fue la fuerza dominante de los años 90, ganando entre 1993 y 1997 nueve torneos grandes.
El equilibrio en el tenis era proporcionado por las distintas superficies de juego. Un ganador de Wimbledon muy difícilmente podría llevar el Abierto Francés a sus vitrinas. Ahora, empezando desde los 2000, los grandes jugadores están más que capacitados para jugar en todas las superficies con suficiencia. En algunas son mejores, pero pueden ganar en todas.
Roger Federer, el mejor jugador de todos los tiempos, fue imparable entre 2004 y 2009. No tenía rival, exceptuando Rafael Nadal, sin igual en polvo de ladrillo. Sus duelos eran épicos, de lo mejor que el tenis jamás ha entregado, pero su diferencia de nivel con el resto del circuito era abismal. Eran competitivos entre ellos, mientras los demás recogían fragmentos de sus éxitos.
Novak Djokovic aparece cuando Federer ya había pasado su mejor momento, lo que no le quita mérito a su extraordinario desempeño, por momentos casi robótico. Andy Murray, Stanislas Wawrinka y Milos Raonic son buenos rivales, pero inspirado Djokovic no tiene rival.
El nivel de competitividad fuera de los grandes torneos es alto, pero no al nivel del golf. Esto, como en todos los casos, no hace al deporte mejor o el otro, simplemente lo caracteriza.
Baloncesto
Las eras de dominio en el baloncesto americano y europeo han sido largos. Los Boston Celtics ganaron de 1957 a 1969 once títulos. Los Angeles Lakers consiguieron cinco anillos de 1949 a 1953. Los Chicago Bulls fueron la franquicia más dominante de los últimos treinta años, con seis campeonatos de 1991 a 1998. Los últimos diez años han sido de los San Antonio Spurs.
La Euroliga fue dominada históricamente por el Real Madrid. El CSKA Moscú ganó en los 60 y el Maccabi Tel Aviv fue fuerte durante la primera década del siglo XXI. En este deporte de equipo, un jugador de categoría (Lebron James, Steph Curry, etc.) hace mucho más diferencia que en el fútbol, por ejemplo. Con sólo cinco participantes el nivel de responsabilidad individual es mayor.
Sucede lo mismo que en los demás deportes americanos, las sorpresas no son lo más común. Los Cubs de Chicago estuvieron relativamente cerca de ganar hace un año y no lo lograron. Una sorpresa entre lo normal. En la NFL se mantienen en los caminos normales, con algunas excepciones. Las predicciones de los especialistas no están muy alejadas de lo que sucede.
Así pues, fruto de un reflexión sobre un tema que puede leerse como ocioso, este texto intentó mostrar, sin entrar en estadísticas difícil de digerir en un blog, que el golf tiene la virtud de ser increíblemente competitivo e impredecible. Lo es más que el fútbol, que el tenis, que el baloncesto, que las disciplinas atléticas, etc.
Puede que el golf no sea el deporte más intenso en acciones sobre el objeto de juego, la bola. Sin embargo, es una actividad que depende tanto del pensamiento, la estrategia y la correcta ejecución del mínimo detalle que el error humano es un componente fundamental de su desarrollo. Dado que somos los humanos tan tendientes a la imperfección, igualmente el golf tiende al cambio y la sorpresa. Por ello, es el deporte más competitivo.